2 de octubre de 2014

SAN JOSE DE OCOA: Salvar la carretera y el medio ambiente

SAN JOSE DE OCOA: Los daños ambientales causados por el mal estado de un tramo de la carretera Cruce de Ocoa-Piedra Blanca comienzan a enviar señales de alerta. A lo largo de 84 kilómetros, 42 fuentes acuíferas (entre ellas los ríos Maimón, Nizao, Ocoa y Banilejo) alimentan una de las zonas de agua más importantes de República Dominicana.

De norte a sur, la carretera comienza en el municipio Piedra Blanca de la provincia Monseñor Nouel, a la altura de la autopista Duarte, atraviesa San José de Ocoa y termina en el Cruce de Ocoa, en la provincia Peravia.

En ese trayecto, la carretera pasa por el Parque Nacional Montaña La Humeadora (una zona de bosque nublado que registra una de las pluviometrías más altas del país) e incide en los alrededores de otros tres: Valle Nuevo, La Barbacoa y Padre Luis Quinn.

Debido al mal trazado de la carretera y a la inestabilidad de sus taludes, los derrumbes,  riadas y sedimentos arrastrados por los ríos y arroyos amenazan la vida útil de varias presas y ponen en peligro los recursos naturales de estas áreas protegidas.

El ocoeño Milcíades Mejía, presidente de la Academia de Ciencias de República Dominicana y miembro de la fundación Ocoa de Pie, explica que la parte más crítica de la carretera está en el kilómetro 16, entre los municipios Juan Adrián y Rancho Arriba..

Es un área, expresa, que presenta la misma conformación geológica de la zona de Casabito, en Constanza, La Vega.

“Son de los lugares donde nunca debió haberse hecho una carretera”, dice Mejía.

A principios de los 70, cuando se comenzó la carretera Rancho Arriba-Juan Adrián,  se les advirtió a las autoridades de que esta era una zona muy frágil, de suelos con sedimentos muy flojos y una pluviometría muy alta.

“Aquí tiene que caer por encima de los 1,500 milímetros de lluvia al año. Llueve más de 265 días al año. Es una zona de muchos deslizamientos”, sostiene Mejía.

Cuando caen lluvias torrenciales, las “heridas” en la montaña provocan riadas mucho más peligrosas que las que ocurren en otros puntos de la cordillera Central.

“Son mucho más grandes porque estas vienen acompañadas de mucho lodo, sedimento y piedra y, al ser una pendiente tan pronunciada, los efectos son demoledores”, afirma Mejía.

Los sedimentos arrastrados por el río Maimón terminan en la presa de Hatillo y los arrastrados por el río Nizao llegan hasta las presas Jigüey-Aguacate y Valdesia.

“Esos sedimentos reducen la vida útil de las presas que generan electricidad: a menos agua, menos electricidad”, explica a su vez el exrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) Roberto Santana, directivo de la fundación Ocoa de Pie y coordinador del Comité  Pro Carretera Cruce de Ocoa-Piedra Blanca.

“Las presas de Jigüey-Aguacate y Valdesia alimentan el 51% del agua de Santo Domingo y una buena parte del agua de San Cristóbal, y ahora van a empezar a suministrarle cinco metros cúbicos de agua por segundo a Baní. Debido a la sedimentación, habrá menos agua para consumo y menos agua para la agricultura”, agrega Santana.

El daño ambiental que ocasiona la erosión en la carretera es uno de las razones por la que más de 160 instituciones y organizaciones de San José de Ocoa, Monseñor Nouel y Peravia piden al gobierno no paralizar las labores de reconstrucción de la carretera, iniciada en marzo de este año, y de la que sólo se han completado 30 kilómetros.

Propuesta
Como el trazado de la carretera está hecho, Milcíades Mejía sugiere corregirlo construyendo una carretera con diseño de montaña que ocasione el menor daño posible al área protegida, que permita estabilizar los taludes y construir las cunetas que faciliten un drenaje que proteja el suelo. “Eso va a ayudar grandemente a la conservación de la presa de Hatillo, porque todas esas aguas que drenan de estas montañas van al río Maimón, uno de los tributarios de esta presa”.

Hatillo es el embalse de agua artificial más grande del Caribe y provee de agua a toda la región Nordeste. De ahí la gran importancia de la reconstrucción de esta carretera, señala Mejía. “No solamente va a facilitar el transporte de la cantidad de vegetales que se producen en este fértil valle de Rancho Arriba, sino que va a contribuir a conservar la presa de Hatillo y estos bosques proclives a deslizamientos”. 
la montaña ocoeña

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